Promesas peligrosas
Fue raro.
Estaba subido en el auto ayer (domingo), bastante temprano para estar en en la calle, me sentía fatigado por el sol que me pegaba en los ojos. Eran quizá antes de las 8 de la mañana.
Celular en la mano, esperando a que Diana respondiera para que le diera su regalo de cumpleaños. Pero no, el tono daba y daba y no.
Tenía que irme.
Arranqué el auto -quizá pase más al rato- pensé.
Hubo algo postivo, la ciudad era un cadáver amarillo que por ser domingo, no iba depertar sino hasta que anocheciera.
Tomé de nuevo el celular y marque ahora otro número, el de otra chica... Y me contestó de nuevo una voz muy muy sexy que tenía casi "años" de no escuchar...
-Hola Sabroso!!!
Así comenzó una breve amable plática durante los primeros cinco minutos; en algún momento ella me explicó lo complicado de sus días, pero sus argumentos no dejaban en nigún momento el refugio de la ambigüedad.
-Espera... no... ¿ya te casaste?- quise romper la tabla a la que se sujetaba.
-No le digas a nadie... nadie supo, más que algunos familiares...- promesa que rompo mientras escribo.
Tres minutos más y la plática acabó, pero no la insertidumbre... Changos, qué real era. Cabe mencionar que en algún momento de nuestros juegos y vida, aquella chica y yo platícamos en esa posibilidad de estar casados pero años más adelante... esos mismos que ahora ya son presente.
Dí vuelta y regresé al lugar de Diana, marqué de nuevo y me contestó adormilada. Me abrió, le di su abrazo de navidad y de cumpleaños; le di su regalo.
De nuevo al auto... Ahora sí estaba convencido de que era necesario escapar de la ciudad.
Empaqué mis cosas, acepté las invitaciones y de vuelta me encontraba manejando con la idea en la cabeza de hacerle un regalo de navidad a esta querida "amiga" que acaba de casarse.
Llegué a la librería.
De ahí salí y recogí a mis compañeros de viaje, y tomamos rumbo a la carretera a Puebla. Les pedí que me acompañaran a hacer una ligera pausa técnica. Nos detuvimos en algún punto de la avenida Zaragoza.
Bajé solo y me caminé entre los pasillos de un mercado, con su regalo en la mano:
-Hola Sabroso!!- me saludo con un beso en la mejilla...
Le dí el regalo y huí....
Recuerdo pocas cosas sobre esa plático en vivo y en persona (quizá fue resultado del trauma), pero le dejé un tesoro, un libro tesoro que representa demaciado en mi vida... De las pocas cosas que recuerdo, ella comentó: -Lo voy a abrir hasta navidad-....
Ella en unos días descubrirá que el libro que le dejé es "La historia interminable" (sí, lo sé; soy un ñoñazo).... Pero antes de pagar por el regalo... Titubié por otro libro. Y en algún momento imaginé a esta chica, arrancando la envoltura de color rojo, para hallarse ante una tapa con el título de una novela: "MADAME BOVARY"....